Hidalgo muestra algunas de sus obras. / Eva Guzmán.

Hidalgo siempre mostró afición por el arte, "desde que tenía uso de razón". Con cinco años, de una forma intuitiva, realizaba figuritas a partir de restos de barro y alquitrán. Descubrió que tenía una habilidad especial para moldear. Más tarde, en el colegio se dio cuenta de si destreza para el dibujo. Ya con doce años, empezó a trabajar el óleo y comprendió que tenía una fuerza y brillantez superior al de la acuarela o los lápices de colores con los que había trabajado anteriormente.

Se considera completamente autodidacta "porque nunca he estado en escuelas reconocidas". No obstante, reconoce que ha aprendido mucho de Evaristo Guerra, que lo invitó a pintar con él un verano en su estudio del barrio de la Villa. "Me enseñó a componer la luz y el color, y después, he adquirido conocimientos a través del contacto con mis compañeros de generación como Gallardo, Jurado Lorca, Valdés o Pepe Bonilla".

Hidalgo no se olvida del cómic, que ha tenido mucha influencia en su obra, ya que ha empleado el tebeo como guía de expresión.

Su obra se encuadraría dentro del realismo fantástico, puesto que el pintor realiza lo que califica como "realidad soñada". José Palomo, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Málaga definió lo que él considera el "magicismo malagueño" y dentro de este estilo encuadró la obra de Hidalgo, que es una mezcla de realidad, fantasía, sueño y surrealismo.

Cultiva mucho el paisaje, pero el paisaje con una serie de figuras o escenas barrocas, como son meriendas o bacanales. Utiliza a personajes mitológicos y los encuadra en el paisaje de la Axarquía. Desde hace 14 ó 15 años está interesado en la interpretación de obras de grandes pintores como Tiziano, Rubens o Velázquez.

En sus obras pretende transmitir un momento de felicidad, de placer, de belleza, pero también de reflexión, "porque en ocasiones utilizo en mis composiciones símbolos muy actuales".